La raya / raia
Nos referiremos a la raya, raia en portugués, al espacio fronterizo entre España y Portugal que se extiende desde A Guarda (Pontevedra) hasta Ayamonte (Huelva) y por la parte portuguesa desde Caminha (Minho) hasta Castro Marim (Algarve). Su significado geopolítico, si bien se vino fraguando desde el siglo XIII con la conquista cristiana de los territorios musulmanes, no maduró realmente hasta la Guerra de Restauración portuguesa de 1640-1668 tras la cual la corona lusa se desagregó de la española una vez finalizado el periodo de anexión provocado por Felipe II en 1580. Esta línea fronteriza, caracterizada por la oposición sucesiva de plazas fortificadas, no haría sino consolidarse durante el siglo XVIII con la llegada del Estado Moderno en el que el concepto de frontera alcanza su máximo significado.
Durante este periodo la organización de las plazas fortificadas se agrupaba según el territorio que defendían. Así, en España la raya estaba formada en el siglo XVII por la frontera de Galicia, de Castilla, de Extremadura, de Sevilla y de Ayamonte. En el caso Andalucía, las fronteras de Sevilla y la de Ayamonte correspondían a la actual provincia de Huelva, si bien de la primera formaba parte también la extremeña Fregenal de la Sierra aparte de las andaluzas Encinasola y Aroche. De la segunda, Ayamonte era la plaza más importante, comprendiendo además las de Sanlúcar de Guadiana, Puebla de Guzmán y Paymogo oponiéndose a las portuguesas de Castro Marim, Alcoutim y Serpa respectivamente.
En este momento la arquitectura defensiva de los espacios fronterizos rompe definitivamente con el sistema de implantación y la tradición constructiva medieval. En el caso de la provincia de Huelva el significado estratégico de la banda gallega de los siglos XIII y XIV de la Sierra, que defendió el antiguo reino de Sevilla de las pretensiones territoriales de las órdenes militares, se traslada a la raya con Portugal de los siglos siguientes. Así pues la confrontación con el país vecino trajo consigo la utilización de los nuevos modelos de arquitectura que el empleo de la artillería iba exigiendo, contribuyendo con su implantación a la trama longitudinal de un territorio mediante relaciones de orden estratégico y militar que resultarían superpuestas a las transversales sociales y económicas de sus habitantes.
Las decisiones sobre las fortificaciones, su implantación y su función militar obedecían a un plan concebido para servicio de los intereses generales que materializaban la presencia del nuevo poder central y cuya respuesta estética, ajena a la evolución de los estilos arquitectónicos y a sus localismos, implantó unos esquemas compositivos que, de hecho, fueron la vía más temprana y de más rápida difusión del neoclasicismo en España, Portugal e Hispanoamérica.
La frontera de Ayamonte y de Sevilla (siglo XVII) o frontera de Andalucía (siglo XVIII) no fue ajena a este proceso y, aun en los confines del reino, experimentó la acción de un poder central dispuesto a implantar mediante la acción de los ingenieros militares el concepto de frontera del nuevo Estado Moderno.